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3 de agosto de 2017

El sentido del humor es un comodín fantástico a la hora de educar


A la hora de valorar que hacer frente a un “mal comportamiento” de un niño o niña, invito a una primera reflexión sobre si lo ocurrido es un mal comportamiento y para quien, y después planteo no quedarnos solo en cómo intervenir para enseñarles la forma adecuada de resolver un conflicto, sino ir más allá y tratar de entender por qué se provocó y qué está detrás de un mal comportamiento.

Y digo esto porque detrás de algunas “malas” conductas lo que hay es simplemente una falta de herramientas y/o de información que hubieran permitido al niño o niña actuar de otra manera.

Otras veces, las “malas” conductas encierran emociones dolorosas a situaciones para las que no tienen otra forma de gestionar ni de expresar, ni siquiera de identificar.

Por eso, como padres, como educadores, tenemos que trabajar en las dos direcciones paralelamente: la intervención y la reflexión. Y dado que está sobradamente demostrado que el castigo no sirve para crear aprendizajes a largo plazo, no cambia las causas que provocan la conducta inapropiada y conduce a emociones negativas hacia quien lo impone, tenemos que habilitar otras maneras de enseñar a nuestros hijos a manejarse de formas más constructivas, tanto para ellos como para los demás. Esto exige, desde luego el empleo de una gran dosis de inteligencia emocional por nuestra parte y también de creatividad. Dejarnos llevar por el impulso, por el castigo cargado de impotencia, por la falta de alternativas, por la agresividad que algunas situaciones nos generan, es lo fácil, lo automático, para lo que estamos programados. Pero eso no es educar. Eso es reaccionar.

Educar requiere un máximo de paciencia, empatía y de creatividad. Requiere una intención voluntaria de desprogramarnos, requiere muchas veces una “silla de pensar” para nosotros. Un lugar donde, a solas y apartado de nuestro hijo, seamos capaces de calmarnos y recuperar un lugar de serenidad. A partir de ahí, podremos “accionar” en lugar de “reaccionar”, podremos conectarnos con la situación objetiva y valorar con suficiente distancia lo que de verdad ocurrió y hasta qué punto era tan importante. Podremos ejercer como educadores, no como parte del problema.

Así pues, este sería el primer paso ante un conflicto que nos provoca emociones intensas de ira o agresividad: no actuar. Si se trata de una agresión entre hermanos, poner a salvo al agredido y tratar de hacer lo posible por no formar parte del círculo vicioso y añadir más agresividad y tensión. Parar. Buscar nuestra silla de pensar. Conectarnos con un lugar en calma porque es indispensable recuperar el equilibrio, por precario que sea, para poder ofrecérselo a ellos.

El siguiente paso sería neutralizar también la intensa emoción que tiene tanto el agresor, como el agredido, priorizando a este último. Si se trata de otro tipo de mal comportamiento, también suele desatar emociones muy fuertes en ellos y cuando su cerebro está inundado de cortisol (hormona del estrés) no escucha, no ve, no aprende. Está literalmente borracho de negatividad y nuestras palabras serán incluso contraproducentes, aún en el caso de que remotamente sean escuchadas.

El abrazo, si se deja, el acompañamiento tranquilo y silencioso, las palabras calmadas que no buscan culpables ni respuestas, hacer un chiste, unas cosquillas, ayudan a ir recuperando un estado donde sí será posible entenderse y tal vez, aprender algo.

Una comunicación efectiva, tras un conflicto requiere pautas muy sencillas pero que solo fluyen desde un estado de ánimo sereno y con ganas de construir:
  • Pedir al niño que describa lo ocurrido y escuchar sin corregirle, sin juzgarle.
  • Si no es capaz de hacerlo (por edad, por falta de recursos lingüísticos, etc.), ayudarle a la reconstrucción de lo que ocurrió, tratando de bajar el lenguaje de forma que nos podamos entender.
  • Que intente identificar la emoción que le llevó a hacerlo y la que sintió después de haberlo hecho: “me enfadé tanto con mi hermano que le di con la caja”.
  • Reconocer la emoción y darle importancia. No queremos inhibir el sentir, sino enseñarles a identificar sus emociones para poderlas manejar. No está mal sentir cualquier cosa, es parte de la naturaleza humana y juzgarlas como malas o buenas invita a la culpa e impide su canalización.
  • Explicarle cómo nos hemos sentido nosotros frente a su mal comportamiento, con palabras certeras, llamando a cada emoción por su nombre: frustrado, enfadado, triste… Desde el “yo me he sentido”, jamás utilizaremos “me has hecho sentir”. Debes hacerte cargo de tus emociones, son tuyas, no suyas. Bastante tiene él o ella con empezar a conocerlas como para además ocuparse de las tuyas. Se supone que eres el que tiene la mayor cantidad de información.
  • Ayudarle a empatizar, buscando ejemplos muy cercanos, cotidianos, que le conecten con una emoción parecida. Sirven los dibujos animados, los cuentos, algún incidente en clase… Recordemos que para educar necesitamos altas dosis de creatividad.
  • Algunas veces, tal vez más de las que nos damos cuenta, el conflicto se puede evitar. Ello implica estar presente, estar atento, y ser capaz de adelantarse a la situación. Y aquí quiero hacer una aclaración: la profecía autocumplida.
  • Prevenir un conflicto no significa decir “cuidado porque se te va a caer el agua”, porque hay muchas más posibilidades de que se caiga después de haberlo advertido. La profecía autocumplida es una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.
  • La prevención en este caso es evitar la situación que hará más que posible que “se le caiga el agua”: acción, no reacción.
  • Otra cosa a tener en cuenta cuando educamos es saber que nuestro cerebro tiene serias dificultades para procesar el “No”. Por tanto, tengo muchas más opciones de ser escuchado cuando enuncio frases en positivo que en negativo: “no debes pegar a tu hermano” es mucho menos eficaz que “me gustaría que cuidaras a tu hermano un poco más”… hay mil ejemplos.
  • Tener conciencia de que costará una y mil veces aprenderlo, de que parecerá que no ha servido de nada. Estamos sembrando, compañeros, estamos sembrando. Grandes dosis de paciencia, dije al principio. También para no caer en la inmediatez de algo tan difícil.
  • Reconoceremos cada éxito, pero también (o más) cada intento. Y, si es posible, haremos una “marcha atrás” donde le damos al botón que vuelve a empezar para darles la oportunidad de hacerlo de otra manera, con la nueva, con la recién aprendida.
  • El sentido del humor es un maravilloso comodín a la hora de educar. La risa desbloquea y sustituye el cortisol por endorfinas, creando un cerebro abonado para el aprendizaje, el que perdura. Solo aprendemos aquello que está asociado a una emoción. Entonces, tratemos de hacerlo en positivo.
  • Confía, confía, confía… si mandas el mensaje emocional de que no crees que será capaz de cambiar, de hacerlo mejor, no lo hará. Y lo peor, esa sensación le acompañará el resto de su vida. Te necesita para construirse. CONFÍA, con el corazón, con honestidad. Tiene todo el potencial para hacerlo, solo necesita tu mirada positiva.
  • Recuerda lo hablado o vuelve a hablarlo las veces que hagan falta, cada vez que lo necesite. Sin caer en el hastío, en el “ya te lo he dicho” o peor, en el “te lo dije”.
  • Es esencial también tomar conciencia de que esto es una carrera de fondo, de que somos padres y educadores 24 horas al día siete días a la semana y que nadie hemos aprendido en un solo ensayo. Que es más fácil enseñar a leer o a hacer un logaritmo que enseñar comunicación emocional, estrategias de aprendizaje vital, recursos para preservar y construir su autoestima, poner los andamiajes del adulto feliz y pleno que pretendemos sea algún día.
No debemos nunca olvidar que están aprendiendo cómo vivir y construyendo como ser, sin apenas recursos, inundados de estímulos y de emociones intensas. Le educación emocional le enseñara a ser quien quiera ser, en libertad, sin depender de los otros en su trayecto personal y vital.

Fuente:

El País (España)

26 de abril de 2017

26 de abril: Día Internacional del Humor

Saludos

Y hoy dÍa los saludo con una amplía sonrisa!!!


Hoy se celebra el día internacional del humor, hay varios tipos de humor, el humor negro, el mal humor, el buen humor; pues resulta que el humor tiene mucha importancia para el desenvolvimiento de la vida cotidiana; investigadores han definido algunas teorías en torno a él.


El filósofo inglés Thomas Hobbes, por ejemplo, sostuvo que la idea que la risa proviene de un sentido de superioridad, por lo que desarrolló la teoría de la superioridad del humor. Para Hobbes la risa es señal de vanagloria y autoestima.

Por otro lado el filósofo francés Henri Bergson, citado en la obra Escribiendo los secretos de la comedia (Comedy writing secrets, 1987) de Mel Helitzer, sugiere que “la risa es la defensa de la sociedad contra el excéntrico que se rehúsa a adaptarse a sus dictados”, una especie de manifestación en contra de los parámetros establecidos por el código social.

Al hablar de teorías también hay que referirse a la teoría de la incoherencia del humor, en la que en Helitzer refiere que “una persona se ríe de la incongruencia cuando hay un apareamiento no convencional de acciones o pensamientos”; es decir, cuando alguien actúa de forma inapropiada la incoherencia causa risa en quien la percibe. Igualmente, está la teoría de la liberación del humor que tiene su base en la creencia de que el humor libera la tensión ya que frecuentemente pasa por alto las normas sociales, las reglas del lenguaje, las convenciones, las leyes o cualquier regla.

En España lo celebran desde hace años como el Día Internacional del humor en el Trabajo, en el ambiente laboral. El 26 de abril, Día del humor, lo crearon en Estados Unidos los colegas de "Playfair". Es el Día elegido para rendirle tributo al Humor y a sus promotores y creadores. Y por si fuera poco, los argentinos, por Ley, celebran el Día del Humorista en noviembre.

Con información de:



13 de enero de 2016

Risas, carcajadas, esquizofrenia y orgasmo: Muy relacionados entre sí


Ha probado alguna vez a hacerse cosquillas a sí mismo? Tal vez lo haya intentado y, como le ocurre a la inmensa mayoría de las personas, habrá comprobado que le resulta completamente imposible. En el fondo, puede consolarse y pensar que incluso está de enhorabuena. Si lo hubiera logrado, quizá no tendría demasiados motivos para reírse: sería un síntoma inequívoco de que sufre esquizofrenia. Porque solo un reducido grupo de seres humanos posee la inquietante habilidad de hacerse cosquillas a sí mismos y reírse por ello. Son los esquizofrénicos con delirios de pasividad; o sea, creen que su propio pensamiento no les pertenece, sino que les ha sido insertado en su propia mente por otra persona.

Se trata de un extraño fenómeno sobre el que desde hace años trabaja un grupo de investigación del departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada denominado SetShift, el único de toda España que ha analizado las cosquillas (y los mecanismos mentales que las provocan) desde un punto de vista científico.

Su responsable, el profesor Emilio Gómez Milán, considera que este inocente gesto es una de las manifestaciones de humor más primitivas de cuantas se dan en el ser humano, y su funcionamiento es tan básico que las hace comparables al acto reflejo que provoca un golpe en la rodilla. Aun así, las cosquillas no son exclusivas del hombre, «sino que se dan en todos los mamíferos, sobre todo en los primates y las ratas». También disfrutan de ellas los perros. En todos estos animales, el mecanismo que las genera es similar.

Al igual que ocurre con la risa, para que se produzcan las cosquillas «tiene que haber, necesariamente, una falsa alarma», aclara Gómez Milán. Nos reímos cuando alguien se tropieza y se cae solo si después comprobamos que no se ha hecho daño: es una respuesta fisiológica para liberar la tensión que provoca el peligro, y restablecer el equilibrio en nuestra mente. Lo mismo sucede con las cosquillas. A una fase inicial de miedo le sigue un 'efecto rebote' positivo, que se produce cuando el cerebro comprueba que no existe peligro, y que se traduciría en la risa. Esto explica, por ejemplo, que un extraño no pueda hacernos cosquillas. «Los desconocidos provocan en nosotros una alarma verdadera, en lugar de falsa, y por eso no sentimos sus cosquillas, ni se produce la risa», apunta el investigador. Es precisamente el mecanismo que hace que esta alarma se interprete como verdadera o falsa el que falla en las personas esquizofrénicas. Tampoco son frecuentes las cosquillas entre hombres heterosexuales, «ya que perciben al otro como una alarma real, como una amenaza». Algo que no ocurre entre mujeres, que sí pueden hacérselas entre sí. En cualquier caso, las cosquillas tienen un valor sexual: son siete veces más probables con alguien del sexo contrario.

El fetichismo de los pie
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Las cosquillas, como la testosterona, disminuyen a partir de los 40 años, y conllevan, amén de familiaridad, jerarquía: el sujeto que las hace actúa como dominante, y el que las recibe, como sumiso. De ahí que, por ejemplo, un abuelo pueda hacerle cosquillas a su nieto (que lo percibe como un ser superior), pero al revés será mucho menos probable (el anciano las fingirá, o las sentirá con mucha menos intensidad que el niño).

Volviendo al sexo, los investigadores las emparentan directamente con el orgasmo. «Ambos procesos suponen un placer mental, un final feliz que sucede a un estado de alerta inicial que después se apaga». También entienden de género. Dicho de otra forma: el mapa de cosquillas de hombres y mujeres presenta algunas diferencias. Así, ellas las sienten con más intensidad y frecuencia en la planta del pie (algo que tiene un componente sexual, «porque están íntimamente asociadas al fetichismo de esta parte del cuerpo»), mientras que ellos las notan más en las zonas erógenas directas, como son los genitales o el pecho. Los costados, la planta del pie, las axilas, el cuello y el vientre son las zonas donde más se dan en ambos sexos. Todas ellas tienen algo en común: son zonas muy vulnerables. Buscarnos las cosquillas resulta más o menos fácil según el rol de la persona que nos las haga, y la indefensión que sintamos en ese momento. Por eso, cuanta más gente haya delante más cosquillas tendremos.

El componente sexual que tienen las cosquillas puede llegar a convertir esta práctica en una parafilia o desviación denominada knismolagnia. Se da en aquellas personas que solo obtienen una excitación sexual cuando hacen o reciben cosquillas y también, en un grado extremo, en aquellas que se excitan con ver cómo otros sujetos las disfrutan. El fetichismo por las cosquillas está tan extendido que existe un foro en internet, Tickling Media, que funciona en seis idiomas diferentes. Más de 80.000 personas están inscritas en esta web, donde se intercambian opiniones, consejos y vídeos eróticos con las cosquillas como absolutas protagonistas.

Fuente:

La Voz Digital

22 de abril de 2014

¿Por qué los chistes nos hacen reir?

No todos estamos igual de dotados para los chistes. Muchos, de entrada, se declaran insolventes en este campo, y seguramente tienen razón. Y luego está ese embarazoso silencio que se hace tras contar la presunta gracia: “¿No lo pilláis?”, preguntamos incrédulos. Solo nos carcajeamos, nerviosamente, nosotros. ¿Qué hace que un chiste sea bueno o que algunas personas cuenten chistes mejor que otras?

Desde sus inicios, la psicología moderna ha estudiado los mecanismo de ese pequeño relato humorístico, probablemente tan antiguo como la humanidad: Paul McDonald, de la Universidad de Wolverhampton, asegura que el primero es este proverbio sumerio del año 1.900 antes de Cristo: "Algo que nunca ha ocurrido desde tiempos inmemoriales: una joven mujer tirándose un pedo sobre las rodillas de su esposo". Sigmund Freud ya abordó profundamente el tema y, en los años sesenta, el experto Edward de Bono creía que la risa se producía porque nuestro cerebro, siempre buscando patrones para ordenar la información, encuentra de repente una conexión inesperada.

¿Es, pues, la sorpresa el secreto de un buen chiste? Hasta cierto punto… Una investigación que acaba de publicar el psicólogo cognitivo Sascha Topolinski, de la Universidad de Wurzburgo (Alemania), aparentemente demuestra que a veces es más importante aún la fluidez con que los narras. En sus experimentos, presentó a los sujetos palabras importantes del golpe final, del remate chistoso, minutos antes de contarlo, y muchos voluntarios lo puntuaron más alto en la escala de “gracioso”. Cuando se anticipaban palabras del principio, no tenía efecto. La conclusión que saca Topolinski es que contrariamente a lo que dice el sentido común, hacer un “spoiler” a veces aumenta la eficacia del gag, porque los oyentes lo entienden mejor. Como todos sabemos, Eugenio, Chiquito de la Calzada, ese cuñado tronchante y otros artistas del humor se ganan a la audiencia por su manera de contar el chiste, aunque nos sepamos el final de antemano o lo hayamos oído mil veces.

Fuente:

Muy Interesante

13 de enero de 2014

¿Pueden reír los perros?

Perro

Cuando están jugando, los perros emiten una especie de jadeo. Si grabamos ese sonido y se lo reproducimos a otros perros, parece disminuir su comportamiento estresado -como los ladridos- y aumentar su comportamiento social, como lamer los labios.

¿Es eso lo mismo que la risa? ¿o es el equivalente de una amplia sonrisa canina?

Es difícil decirlo. La mayoría de las veces los humanos nos reímos con chistes verbales o al ver que alguien se cae, algo que no tiene ningún efecto sobre los perros.

Fuente:

BBC Ciencia

18 de octubre de 2012

La refrigeradora que se abre con una sonrisa



 

Dicen que la sonrisa abre puertas... Incluida la del refrigerador o de la sala de reuniones. O al menos lo hará, literalmente, si un dispositivo creado en Japón va y se pone de moda, haciendo de la frase metafórica una realidad pragmática.

Se llama "contador de felicidad" (HapinessCounter, en inglés) y es creación del Rekimoto Lab, adscrito a la universidad de Tokio, que se presenta a sí mismo en su sitio de internet como un "laboratorio revolucionario y romántico". 

El laboratorio define el HapinessCounter como una "aplicación digital que facilita sonreír naturalmente en nuestra vida diaria".

Consiste en una cámara con sistema de reconocimiento facial, que "interpreta" el rostro humano y transmite una orden al aparato al que se encuentra conectada.
Por ejemplo, el dispositivo puede adaptarse al refrigerador, para hacer que la puerta se bloquee a menos que el usuario le sonría.

Siempre es posible que, en vez de sonreír, la frustración lleve al sujeto a patear el electrodoméstico. Pero como quiera que eso no le permitirá alcanzar su objetivo de acceder a sus contenidos, quizás le podría enseñar adicionalmente que la violencia no conduce a nada bueno.

Estos son algunas de los elementos que está manejando el laboratorio, aunque, por ahora, no hay planes de convertir el SmileCounter en un "producto real", según le dijo a BBC Mundo Jun Rekimoto, uno de sus creadores.

Reuniones alegres

"Estamos investigando cómo estimular para que la sonrisa pueda ser utilizada en varias aplicaciones en el hogar y la oficina", añadió el investigador.

En un ambiente de trabajo, el HapinessCounter ha sido probado como filtro de acceso a reuniones de negocio.
"Nosotros instalamos una en nuestra sala de conferencias para evaluarlo. En esta versión, lo que tenemos es un sistema de feedback que responde cuando alguno de los participantes sonríe. Es muy simple, pero creo que es útil para hacer que el ambiente sea más relajado y agradable"
Jun Rekimoto, creador del HapinessCounter

La sonrisa sería la llave que permitiría acceder al encuentro. Es decir, sólo podrían entrar quienes le mostraran su rostro más radiante al aparato. En teoría, esto le allanaría el camino a una reunión menos tensa. O aburrida, según el caso.

"Nosotros instalamos una en nuestra sala de conferencias para evaluarlo. En esta versión, lo que tenemos es un sistema de feedback que responde cuando alguno de los participantes sonríe. Es muy simple, pero creo que es útil para hacer que el ambiente sea más relajado y agradable", refirió Rekimoto.

El objetivo último es producir felicidad, bajo una vieja premisa enunciada por el filósofo y psicólogo William James (1842-1910) y según la cual no reímos porque estamos felices, sino que estamos felices porque reímos.

Sonrisa

Los investigadores creen que el aparato tiene el potencial de mejorar el estado de ánimo de la gente.

"El sistema está diseñado principalmente para personas que viven solas, y a quienes les puede resultar difícil darse cuenta de cuándo están de ánimo bajo o darse razones para sonreír", señala el sitio web.

"Lo instalamos en una casa donde vive una persona sola, y encontramos que tiene efectos favorables en términos de mejorar su estado mental", añade.

Los investigadores consideran que el aparato tiene el potencial de estimular "el acto de sonreír en una multitud de situaciones diarias", lo que redunda en "un estado de ánimo más positivo" que mejora la comunicación humana.

El HapinessCounter recibió un premio al buen diseño en el año 2012 por parte del Instituto de Promoción del Diseño de Japón.

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18 de junio de 2012

¿Por qué tenemos cosquillas y nos reímos cuando nos las hacen?

Las cosquillas pueden ser una fuente de diversión, y generalmente solo podemos sentirlas si nos las procura otro. Así pues, ¿cuál es la justificación evolutiva de las cosquillas?

Según el reurocientífico de la Universidad de Maryland, Robert R. Provine, a la sazón autor del libro La risa: una investigación biomédica, las cosquillas constituyen un mecanismo de cohesión social entre compañeros, y favorecen el forjar un entramado de relaciones entre los miembros de una familia y sus amigos. La risa como respuesta a las cosquillas ya se produce en los primeros meses de vida.

Las cosquillas que se llevan a cabo entre niños también podría ser una fortalecimiento del mecanismos de defensas. En 1984, el psiquiatra Donald Black, de la Universidad de Iowa, advirtió que muchas partes del cuerpo propensas a las cosquillas, como el cuello o las costillas, son también más vulnerables en el combate. Dedujo así que los niños aprenden de esta manera a proteger esas partes durante los juegos con cosquillas.

En las cosquillas también podría estar el origen de la misma risa humana. La risa, en realidad, responde a las relaciones sociales. La risa es una forma de decir al otro: te entiendo, estamos en sintonía. Por eso reímos con más frecuencia cuando hay gente alrededor y los demás ríen y no cuando estamos solos. (Por eso las risas enlatadas funcionan en las comedias de la tele).

Reímos fundamentalmente porque la risa es una especie de lubricante emocional que une a los padres con sus hijos durante los años más vulnerables del desarrollo. Los padres conectan más rápidamente con sus hijos cuando éstos se ríen. Y los hijos reirán con una frecuencia mucho mayor que cualquier adulto. El juego de hacer cosquillas al bebé, por ejemplo, es una constante en todas las culturas. Y el niño puede reír, incluso, ante la perspectiva de cosquillas.

En los pies también tenemos muchas cosquillas. Sin embargo, el pie derecho siente más cosquillas que el pie izquierdo, en la mayoría de casos, tal y como constataron en los años 1980 científicos italianos. En 1998, dos investigadores de la Universidad de Stirling repitieron el experimento usando un dispositivo que garantizara un estímulo constante: se pegaba en la planta del pie con una varilla de nylon en tres ocasiones a intervalos de un segundo.

Uno de los experimentos más extraño a propósito de las cosquillas fue el llevado a cabo por Clarence Leuba, un profesor de psicología de la universidad de Ohio, que decidió hacer cosquillas a mansalva por allá 1930. La intención era comprobar que la risa no era algo innato y que las personas aprendían a reirse por necesidad, cuando se les hacía cosquillas.

Leuba probó a hacer cosquillas a su propio hijo, obligando al resto de la familia a permanecer serios. Pero el experimento se le frustró cuando descubrió a su esposa jugando con el niño, haciéndole cosquillas, y riendo.

Leuba no se rindió y volvió a probar con su hermana.

En definitiva, un jadeo rápido puntuado por oclusiones glóticas, ja-ja-ja, la risa, nos hace sentir bien. La risa, incluso, se enlata y se reproduce una y otra vez para dar empaque a las comedias de la televisión: la primera vez fue en 1950 acompañando a The Hank McCune Show. La risa es omnipresente y tiene un gran poder, además de ser contagiosa, pero ignoramos todavía mucho sobre sus fundamentos neurológicos.

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20 de marzo de 2012

¿Se puede medir el sentido del humor?

Payaso

No existe un sentido del humor universal, pero reírse de todo no es muy recomendado.

Si uno llama sentido del humor a la posibilidad de encontrar que algo es divertido, es obviamente posible medirlo, aunque sea a nivel estadístico.

Pero hay que recordar que encontrar todo divertido no significa que uno tiene un gran sentido del humor, sino que uno es un tonto.

Cuando decimos que alguien tiene sentido del humor, generalmente es porque encontramos que las cosas que a él o a ella les divierten también nos divierten a nosotros, y ésa es claramente una medida muy subjetiva.

Un estudio realizado por la Universidad de Granada, España, en 2007, concluyó que no existe algo así como un humor universal.

Podemos medir cuán graciosa es para un grupo de personas una broma determinada, pero no podemos colocar esta broma en una escala de diversión compartida por todos.

Por lo tanto uno no puede medir el sentido del humor solo por la forma en que se reacciona a una broma o a un chiste.

Aunque el hecho de que el estudio de la universidad española aparece en el Diario Internacional de Investigación sobre el Humor sugiere que hay académicos dispuestos a intentarlo.

Fuente:

BBC Ciencia

14 de septiembre de 2011

Prueban que la risa es el mejor analgésico


Payasos

Según los investigadores, nuestro umbral del dolor aumenta con la risa.

No se trata de una simple sonrisa. Para apaciguar el dolor, dice un estudio, hace falta una buena carcajada que produzca la liberación de sustancias químicas que actúen como analgésico natural.

En el estudio, que fue publicado en la revista científica Proceedings of the Royal Society B, los autores experimentaron por primera vez con el umbral del dolor en las personas.

Los voluntarios fueron divididos en dos grupos: el primero de ellos disfrutó de videos humorísticos durante 15 minutos, mientras que el otro vio programas más aburridos, según los investigadores, tales como juegos de golf.

Aquellos sujetos que recientemente se habían reído a carcajadas fueron capaces de resistir el dolor hasta un 10% más que antes de ver los videos.

Para su sorpresa, los científicos también encontraron que el otro grupo era menos capaz de soportar dolor, luego de estar 15 minutos frente al televisor sin generar ni una mínima sonrisa.

Incontrolable

El tipo de risa también es importante. Las risitas leves o nerviosas no provocaron ningún efecto fisiológico; las carcajadas fueron las únicas en hacer el trabajo.

El profesor Robin Dunbar de la Universidad de Oxford, quien dirigió la investigación, considera que las risas incontrolables liberan sustancias químicas llamadas endorfinas en el cuerpo que, además de generar una leve euforia, también calman el dolor.

"Vaciar los pulmones es lo que causa el efecto", dijo a la BBC.

"Eso es exactamente lo que ocurre cuando decimos 'me reí hasta que me dolió'. Ese dolor de risa muy intensa es lo que produce la liberación de las endorfinas", explica.

Pero no todos los programas de comedia fueron capaces de conseguir lo que se buscaba, asegura Dunbar.

Las payasadas obtuvieron una alta puntuación, mientras que las rutinas de stand-up comedy -aunque resultaron ser agradables- no provocaron ningún efecto en el aumento de los umbrales de dolor.

"Proyectamos la serie del comediante británico, Michael McIntyre, porque pensamos que funcionaría bien. Sin embargo, los resultados indicaron que su humor era demasiado cerebral como para producir carcajadas de importancia", señaló Dunbar.

Lo que mejor funcionó fueron las comedias al estilo de Mr. Bean. Otras series, como Friends, también resultaron ser exitosas.

Umbral del dolor

Chimpance

Los simios pueden sonreír, pero no pueden reírse a carcajadas.

Los investigadores no fueron capaces de medir directamente los niveles de endorfinas, pues ello habría supuesto la extracción de líquido de la espina dorsal de los voluntarios, un proceso que -según el profesor Dunbar- eliminaría rápidamente la sonrisa de los rostros de los voluntarios. Algo que, sin duda, influiría en los resultados.

Por ello, prefirieron tomar medidas representativas probando el umbral del dolor en cada voluntario, colocándoles una bolsa de hielo en el brazo para ver cuánto tiempo podían aguantarla, por ejemplo.

Mientras más aumentara el umbral del dolor, mayor sería la cantidad de endorfinas que habrían producido durante las carcajadas.

Con este estudio, aunque lo parezca, Dunbar no pretende desarrollar un nuevo tratamiento.

Por el contrario, quiere explorar el papel de la risa en el establecimiento de las sociedades humanas hace dos millones de años.

Aunque todos los monos puedan reír, explica, la capacidad de hacerlo de manera estrepitosa para producir endorfinas es exclusiva de los seres humanos.

Endorfinas activadas

La teoría de Dunbar es que, además de apaciguar el dolor, las endorfinas también pueden hacer que las personas estén más susceptibles a formar lazos.

"Invertimos buena parte de nuestro tiempo en conversaciones tratando de reírnos y de provocar la risa".

"Lo que estamos tratando de demostrar en este caso es que las endorfinas sí se activan. El siguiente paso será corroborar si reír realmente hace más fácil que los grupos se unan, trabajen mejor en equipo y actúen con mayor generosidad".

Si ese es el caso, entonces se puede explicar por qué hace unos dos millones de años los primeros seres humanos fueron capaces de formar grandes comunidades tribales de hasta 100 miembros, mientras que los simios sólo fueron capaces de formar comunidades de hasta 50.

Esta teoría recrea una posible escena que muestra a nuestros antepasados reunidos alrededor del fuego para reír.

De allí pueden haber salido los primeros payasos, que habrían unido a la gente gracias al efecto de la risa.

Fuente:

BBC Ciencia

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21 de julio de 2011

Si te cuentan un chiste, te reirás mucho más si te consideras superior al protagonista


¿Por qué nos hacen tanta gracia los chistes de Lepe? Para los que no conozcáis España, Lepe es una pequeña localidad de personas perfectamente normales. Sin embargo, por azares del destino (moda, precedentes sociológicos o vaya usted a saber qué), la gente se ha empeñado en pesar que en Lepe viven los españoles más tontos del país. No importa que esto sea cierto o no, lo interesante en que ese tópico ha arraigado en el bagaje cultual de los españoles.

El asunto adquiere una pátina más interesante cuando descubrimos que en el resto de los países también existen lugares como Lepe, metonimias geográficas similares, tal y como señala Oliviero Ponte di Pino en El que no lea este libro es un imbécil:

En la tradición de los judíos de Europa oriental existe un pueblo habitado sólo por tontos, Khelm. O, como lo llama en el título de sus cuentos Isaac B. Singerm Chelm –que no hay que confundir con la ciudad homónima que aparece en los mapas –. La convicción de la existencia de una «Imbecilópolis» o de una «Tontilandia» está bastante extendida. Para los antiguos griegos, los estúpidos atestaban Abdera (ciudad rica y poderosa donde vieron la luz Demócrito y Protágoras, a quienes nadie considera propiamente gilipollas) y poblaban Beocia (los beocios). Los ingleses los tenían censados en Gotham (Gotham City es Nueva York, la inquietante ciudad donde vive y actúa Batman, quién sabe si habrá algún nexo…), los daneses en Molbo, los alemanes en Schildburg (o Schilburg). Para los romañolos, los tontos llegaron de Fano y para los turineses de Cuneo, mientras que para los milaneses (y para el poeta Delio Tessa) venían de un pueblo de la llanura lombarda llamado Gaggiano. Muchos chistes franceses tienen por protagonista a un belga (de los belgas también se ocupó Baudelaire), mientras que a los americanos les encanta tomarla con los polacos .

¿Por qué nos hacen tanta gracia los tontos? ¿Por qué necesitamos inventarnos ciudades llenas de tontos? Porque los chistes que agravian a tontos nos hacen más gracia, porque nos consideramos superiores a los tontos. La teoría no es nueva, se remonta al año 400 a. C. y fue descrita por el filósofo griego Platón en su texto La república. Pero la ciencia ha confirmado las sospechas platónicas.

Muchos payasos y comediantes de éxito nos hacen reír porque nos hacen sentir superiores a ellos. En la Edad Media los comediantes de más éxito eran jorobados y enanos, por ejemplo. En la era victoriana nos reíamos de los enfermos mentales en las instituciones psiquiátricas. Ahora nos reímos de Mr. Bean. O de los habitantes de Lepe.

Señala Richard Wiseman en Rarología:

La teoría de la superioridad también se utiliza para burlarse de la totalidad de un grupo. Los ingleses tradicionalmente hacen chisten sobre los irlandeses; los estadounidenses se burlan de los polacos; los canadienses, de los habitantes de Terranova; los franceses, de los belgas, y los alemanes, de los frisones orientales. En cada caso, se trata de un grupo de personas que trata de sentirse bien a expensas de otro.

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En 1934, el profesor Wolff y sus colegas publicaron el primer estudio experimental de la teoría de la superioridad. Para llevarlo a cabo, solicitaron a un grupo de judíos y de gentiles que calificaran lo graciosos que les parecían determinados chistes.

Para asegurarse de que la presentación de éstos fuese tan controlada como fuera posible, los investigadores las imprimieron a lo largo de franjas de tela de 45 metros de longitud y 10 centímetros de ancho, y luego pasaron las cintas por detrás de una abertura en la pared de laboratorio a una velocidad constante, asegurándose de que los participantes leyesen cada chiste de una palabra a la vez. Cuando los participantes veían el símbolo de una estrella impreso al final de cada tira, debían gritar cuán gracioso habían hallado el chiste en una escala entre -2 (muy irritante) y +4 (muy gracioso).

Los resultados del experimento me recuerdan a una palabra que descubrí en el fabuloso libro El significado de Tingo, un manual con las palabras más raras o desconocidas por nosotros en todas las lenguas del mundo. La palabra es alemana y es Schadenfreude. Significa complacerse maliciosamente con la desgracia ajena. Pues eso. Que los judíos calificaron mejor los chistes que ridiculizaban a los gentiles, y vicerversa.

Ésa es la razón por la cual se hacen tantos chistes sobre personas que están por encima de nosotros, como guardias de tráfico, jueces o políticos, porque es la mejor forma de sentir que en realidad nosotros estamos por encima de ellos.

Las personas que ostentan el poder, por supuesto, no quieren que se hagan chistes a su costa, porque eso erosiona su autoridad: por ello la Iglesia ve con tan malos ojos que nos riamos de sus instituciones o del mismo Dios (como si Dios no tuviera sentido del humor), o es la razón de que Hitler estableciera dislates como las Cortes del humor del Tercer Reich, que penalizaba a las personas por actos inapropiados de humor, lo que incluía llamar a sus perros “Adolf”.

Esta clase de humor, además, tiene efectos reales en la psicología de sus víctimas. No sólo pueden hacer que la gente los considere más tontos, como el experimento que se realizó en 1997 por parte del psicólogo Gregory Maio, de la Universidad Cardiff de Gales, con habitantes de Canadá y de Terranova: tras escuchar chistes que ridiculizaban a los de Terranova, el juicio de los canadienses acerca de la ineptitud de los terranovenses se volvió más severo. También puede hacer que las propias víctimas se crean más tontas.

Por ejemplo, el tópico de las rubias tontas se cumple más veces de lo que creemos no porque las rubias sean más tontas sino porque las rubias acaban convenciéndose de que realmente son más tontas: si todo el mundo lo dice, será verdad. Es lo que sugirió el test de inteligencia realizado por el profesor Jens Förster, de la Universidad Internacional de Bremen, en Alemania, a ochenta mujeres de diferentes colores de cabello.

A la mitad de ellas se les indicó que leyeran chistes en los cuales las rubias aparecían como estúpidas. Luego, todas las participantes fueron sometidas a una prueba de inteligencia. Las mujeres rubias que leyeron los chistes obtuvieron un coeficiente significativamente más bajo en el test que su homóloga rubia en la condición de control, lo que sugiere que los chistes tienen el poder de afectar la confianza y la conducta de la gente y de esta manera crear un mundo en el que los estereotipos representados en los chistes se vuelven reales.

Vía | El que no lea este libro es un imbécil de Oliviero Ponte di Pino, Rarología de Richard Wiseman, El significado de Tingo de Adam Jacot de Boinod

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Xakata Ciencia

28 de diciembre de 2010

El humor sí entiende de sexos


¿Por qué los varones se ríen de algunas cosas y las mujeres de otras?

'Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus', como decía el famoso libro de John Gray. Además de las evidentes diferencias físicas y genéticas, parece que tampoco nos reímos de lo mismo. ¿Por qué a unos les hace gracia unas cosas y a otros, otras? Además de influir la personalidad, el cerebro del hombre y de la mujer no responde de la misma manera frente al humor.

Así se explica en un vídeo divulgativo llamado 'Cerebro feliz: la risa y el sentido del humor', presentado este martes en Madrid por la catedrática de Bioquímica de la Universidad de Navarra Natalia López Moratalla. En esta primera entrega de una colección llamada 'Los secretos del cerebro', se recoge de forma esquemática qué sucede en el cerebro desde que nos cuentan un chiste hasta que nos reímos.

Las mujeres prestan más atención a los contenidos semánticos de lo gracioso y tienen mayor facilidad para captar, manipular y comparar los elementos del chiste con datos almacenados en la memoria. Esto podría explicar porqué a las mujeres les suele gustar más el llamado "humor inteligente".

El recorrido de un chiste por el cerebro
El humor es genuinamente humano y sigue estrategias cerebrales diferentes para hombres y mujeres. Pero, ¿qué ocurre en el cerebro desde que escuchamos un chiste hasta que nos reimos? Básicamente se suceden tres pasos; entender el chiste, encontrar lo divertido y reírse. En este proceso intervienen las tres capas del cerebro respectivamente.

"Primero usamos áreas de la corteza cerebral para procesar palabras y darnos cuenta de que lo escuchado o leído no tiene sentido. En esta primera etapa, prácticamente no existen diferencias entre hombres y mujeres. La profesora López Moratalla compara el proceso cerebral del humor entre hombres y mujeres con un mapa de Metro: "Aunque los puntos de partida y llegada coincidan, las mujeres emplean más estaciones e implican mayor recorrido".

A continuación, para entender lo divertido, utilizamos la segunda capa del cerebro que procesa los sentimientos. Allí la detección de un error tiene recompensa en forma de emoción placentera, gracias a la dopamina, conocida como hormona de la felicidad. En este segundo paso las mujeres emplean más áreas cerebrales y, sobre todo, integran más que los varones lo emocional. Mientras que en los hombres la parte de las emociones es mucho más simple, y el absurdo les basta para divertirse, las mujeres prestan más atención al lenguaje del humor, y requieren que lo absurdo sea gracioso y por ello provoque la emoción de lo divertido.

Por último, la risa, que no es otra cosa que la manifestación de ese regocijo. En esta tercera etapa, hay dos formas distintas de acceder a la realidad. Mientras en la estrategia femenina hay una conexión muy estrecha entre conocimiento y emoción, para los hombres es mucho más independiente y les resulta más fácil hacer un análisis frío.

Reírse alarga la vida
En cualquier caso, el vídeo señala que la risa y el buen humor son biológicamente útiles. Las personas que contrarrestan el estrés con el humor padecen un 40% menos de infartos de miocardio o apoplejías, sufren menos dolores en los tratamientos dentales y viven cuatro años y medio más. Por eso los científicos recomiendan reírse, al menos, 15 minutos al día. Cuando los sentimientos negativos perduran mucho tiempo producen agotamiento y perjudican al organismo. Natalia López concluye que "humor y felicidad son genuinamente humanos y se asocian a llevarse bien con uno mismo y con el entorno."

El vídeo presentado ya está disponible en YouTube y se enmarca en el proyecto de la Universidad de Navarra 'Los secretos de tu cerebro' que, en una veintena de vídeos sencillos, pretende analizar, resumir y comunicar qué dicen las neurociencias de vanguardia sobre el cerebro.

En la segunda entrega titulada 'El cerebro ético', mostrarán con una animación en 3D de qué forma registra el cerebro el principio universal de 'no hagas a los demás lo que no quieres q te hagan a ti'. Definitivamente, el cerebro del hombre y la mujer no tienen el mismo sentido del humor.

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El Mundo Ciencia

26 de enero de 2010

La risa universal

Martes, 26 de enero de 2010

La risa universal
  • Las señales auditivas de ciertas emociones son reconocibles por todo el mundo
  • Personas de culturas diferentes identifican la risa como expresión de felicidad
  • Este sonido parece tener raíces evolutivas ya que varios animales lo emiten
Dos hombres paquistaníes riéndose. (Foto: AP | Muhammed Muheise)

Dos hombres paquistaníes riéndose.

MADRID.- Un esquimal es capaz de saber si un maorí está triste al reconocer en su rostro la expresión de esa emoción. La cara es el espejo universal del alma y por eso somos capaces de interpretar ciertas sensaciones aunque nuestras culturas sean dispares. Y no sólo los gestos. La risa, el llanto y otros sonidos que acompañan a los sentimientos también son comunes a todos los seres humanos.

"Las personas empleamos una gama de señales para comunicar las emociones, incluyendo la emisión de sonidos, las expresiones faciales y la postura", señalan los autores del estudio publicado en 'Proceedings of the National Academy of Sciences'. "Las señales auditivas permiten la comunicación afectiva cuando el receptor no puede ver al emisor", añaden.

Varias investigaciones han comprobado que algunas de estas herramientas comunicativas son universales, ya que individuos de distintas culturas, que no comparten el idioma ni las costumbres, son capaces de identificar qué emociones pretenden transmitir. Sin embargo, en el caso de los sonidos, la cuestión seguía siendo una incógnita.

Investigadores del University College London (Reino Unido) diseñaron un experimento para resolver esta duda. Y se centraron en las conocidas como emociones básicas (miedo, asco, ira, tristeza, sorpresa, alegría, placer sensual, éxito y alivio). "Se considera que éstas constituyen funciones desarrolladas que comparten todos los seres humanos, tanto en términos de fenomenología como en forma de señales comunicativas", señalan.

Dos grupos de procedencia muy distinta sirvieron para comprobar su teoría. Uno estaba formado por ciudadanos británicos y el otro por miembros de la tribu Himba, que habita en la región norte de Namibia. Las distancias culturales, educativas, lingüísticas, etc., son evidentes.

Cada uno de ellos escuchaba una pequeña historia que hablaba de una de estas emociones (por ejemplo, acerca de la tristeza que sentía alguien por la muerte reciente de un pariente cercano) y después escuchaba dos sonidos -grabados previamente por personas de ambos grupos étnicos- y debía identificar cuál correspondía a la sensación de la que trataba el relato.

"Las personas de ambos grupos parecían reconocer fácilmente las emociones básicas", explica Sophie Scott, principal autora del estudio. "Esto sugiere que estas emociones -y sus señales auditivas- son similares en todas las culturas".

Entre ellos, uno especialmente: la risa. Con las demás sensaciones, las ventajas de pertenecer al mismo grupo eran más evidentes (los británicos acertaban más cuando el emisor era de su misma procedencia, al igual que sucedía con los himbas). Pero, cuando se trataba de la risa descrita en el relato por la acción de hacer cosquillas-, los porcentajes de acierto crecían, los filtros culturales no eran tan patentes.

"Las cosquillas hacen reír a todo el mundo", ha explicado Dina Sauter, otra de las investigadoras. Y no sólo a los humanos. "Hemos visto esta reacción en otros primates así como en otros mamíferos. Esto sugiere que la risa tiene unas raíces evolutivas muy profundas, posiblemente originadas como parte de la comunicación durante el juego entre niños pequeños y madre".

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El Mundo Salud

14 de octubre de 2009

Gelotofobia, el miedo a la burla

Miércoles, 14 de octubre de 2009

Gelotofobia, el miedo a la burla


La risa es una expresión emocional innata en los seres humanos. Por ello, reírse de los demás también es considerado un fenómeno universal. Sin embargo, a algunas personas el hecho de que se rían de ellas les produce un miedo extremo que dificulta enormemente su vida social. Es lo que se conoce como gelotofobia, un trastorno que, según publica la revista científica Humor, afecta por igual a todas las culturas.

A esta conclusión llegaron varias decenas de investigadores de 73 países, entre ellos dos españoles, tras aplicar un cuestionario para evaluar la presencia de la gelotofobia en una muestra de 22.610 personas.

“Existen muchas razones por las que unas personas se ríen de otras”, explica Victor Rubio, psicólogo de la Universidad Autónoma de Madrid y coautor del estudio. Según los expertos, los individuos se pueden clasificar en dos dimensiones implicadas en el miedo a que se rían de uno mismo: reacciones de inseguridad, es decir, tratar de ocultar a los demás la falta de confianza en uno mismo o creer que uno es involuntariamente gracioso; y reacciones de evitación de situaciones en las que se han reído de uno. Aunque esto es común en todas las culturas, el estudio identifica ciertas diferencias. Así por ejemplo, países como Turkmenistán o Camboya destacan por presentar reacciones de inseguridad, mientras que los habitantes de Iraq, Egipto y Jordania tienden a evitar las situaciones en las que se rieron de ellos.

Otro dato curioso que pone en evidencia el estudio es que los ciudadanos finlandeses son los que menos sospechan que si alguien se ríe en su presencia es porque lo está haciendo de ellos (8.5%), mientras que en esa misma situación el 80% de los tailandeses está convencido de que ellos son los causantes de las risas que escuchan.

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Muy Interesante

21 de agosto de 2009

Explican diez misterios sobre el ser humano


Viernes, 21 de agosto de 2009

Revelan diez misterios del ser humano

Pertenecemos a una especie notablemente extravagante. A pesar de todos nuestros esfuerzos, algunas de nuestras más extrañas flaquezas todavía resultan inexplicables. Pero a medida que la ciencia investiga más profundamente estas excentricidades ?como, por ejemplo, ruborizarse, soñar o ser supersticioso?, se vuelve más claro que conductas y atributos que parecen frívolos suelen responder al núcleo central de lo que nos define como seres humanos.

En New scientist dedican un especial al estudio de 10 incógnitas evolutivas del ser humano que hacen que los científicos sigan rascándose la cabeza. El artículo es algo extenso, pero es fascinante; aunque en Conocer C iencia creemos que se olvidaron del bostezo...



Ruborizarse. ¿Por qué los humanos desarrollan una respuesta como ésta, que nos pone en desventaja social, al obligarnos a revelar que hemos engañado o hemos mentido? Una posibilidad es que el rubor fuera, en un principio, una manera de demostrarles a los miembros dominantes del grupo que nos subordinábamos a su autoridad.

Tal vez, más tarde, cuando nuestras interacciones sociales se hicieron cada vez más complejas, este fenómeno empezó a asociarse con emociones más elevadas de autocensura, como la culpa, la vergüenza y la incomodidad. Esto parecería poner en desventaja a los individuos, pero el hecho de ruborizarse, en realidad, vuelve a una persona más atractiva o socialmente deseable.

Tras advertir que las mujeres se sonrojan más que los hombres, el neurocientífico V. S. Ramachandran, de la Universidad de California, en San Diego, Estados Unidos, sugiere que el sonrojo puede haberse desarrollado como una manera de que las mujeres demuestren su sinceridad a los hombres y puedan así conseguir su ayuda para la crianza de la prole.

"El sonrojo te dice que no puedo serte infiel. Si me preguntas si soy infiel, no puedo mentirte? el sonrojo me delata", razona Ramachandran.

La risa. "¿Tiene una gomita?" No, no es una broma, pero fue suficiente para hacer reír a una persona en un centro comercial. Es uno de los más de 2000 casos de risa natural registrados por el psicólogo Robert Provine, de la Universidad de Maryland, Estados Unidos, durante los diez años que insumió su estudio.

El hallazgo más notable de esa investigación: la risa es producida con mayor frecuencia por comentarios banales que por chistes divertidos.

Provine cree que la risa empezó en nuestros ancestros prehumanos como una respuesta psicológica a las cosquillas. Los simios modernos aún conservan su risa ancestral (pant-pant) cuando se les hace cosquillas en medio de un juego, y esa risa evolucionó hasta convertirse en el ja ja de los humanos. Más tarde, argumenta Provine, cuando nuestros cerebros se hicieron más grandes, la risa adquirió una poderosa función social: crear lazos entre las personas.

De hecho, Robin Dunbar, de la Universidad de Oxford, Inglaterra, ha descubierto que la risa aumenta el nivel de endorfinas, el opiáceo natural de nuestro cuerpo que, según se cree, contribuye a fortalecer las relaciones sociales.

El vello púbico. Mientras que la mayoría de los primates tienen alrededor de los genitales vello más fino que el del resto de su cuerpo, los humanos adultos lucen una mata de vello púbico impresionantemente grueso. Robin Weiss, de la Universidad de Londres, Inglaterra, señaló que el vello púbico se hizo más grueso que el del resto de nuestros cuerpos en algún momento de nuestra evolución.

No existe una explicación aceptable, pero se han sugerido muchas potenciales ventajas. Tal vez la más popular sea que como el vello más grueso se concentra en regiones en las que tenemos glándulas sudoríparas apócrinas (odoríferas) así como exócrinas (de enfriamiento), podría servir para difundir olores que indican la madurez sexual. También puede funcionar como signo visual de adultez.

Una espesa mata de vello no sólo protege los genitales durante el acto sexual y en otros momentos ?reduciendo el roce al caminar, por ejemplo?, sino que también contribuye a mantener nuestras zonas más sensibles cálidas, preservándolas de las corrientes de aire frío.

La adolescencia. Ninguna otra especie tiene adolescentes. ¿Por qué entonces los humanos se pasan alrededor de una década de sufrimiento ocultos bajo sus capuchas? David Bainbridge, de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, dice que hay dos pistas importantes. La primera es el momento en que surgió la adolescencia.

La evidencia de crecimiento en los huesos y dientes de los hominidos fosilizados indica que la adolescencia emergió en un período entre los 800 y 300 mil años atrás. Esto, señala, antecede en "un período fascinantemente breve" al gran salto de tamaño del cerebro humano, cuando el cerebro de nuestros antepasados experimentó su última gran expansión hasta alcanzar su tamaño actual.

La segunda pista procede de la neurobiología y el estudio por imágenes del cerebro, que revelan que durante la adolescencia se produce una reorganización general del cerebro.

Para Bainbridge, la adolescencia no es tanto el período en que se concreta la madurez sexual sino aquel en el que se desarrolla una mente capaz de negociar el paisaje psicológico y social que diferencia tanto la vida humana de la del resto de los animales.

"Sin adolescencia nunca nos hubiéramos convertido en humanos plenos", afirma Bainbridge.

Los sueños. Para empezar, los sueños son esenciales para procesar las emociones. "Los sueños modulan las emociones, las mantienen dentro de cierto rango", dice Patrick McNamara, de la Universidad de Boston, Estados Unidos. Nuevas investigaciones han descubierto que dormir consolida los recuerdos emocionales, y que cuanto mayor sea la cantidad de movimientos oculares rápidos (REM, según sus siglas en inglés), mayor será el procesado de esa clase de recuerdos.

Una idea es que los sueños REM nos permiten revivir poderosos recuerdos emocionales, pero sin el torrente de hormonas desencadenado por el estrés que acompañó a la experiencia original.

El nivel REM del sueño también ayuda a otras clases de memoria y contribuye a la resolución de problemas. Las personas son más capaces de recordar listas de palabras relacionadas y las conexiones que existen entre ellas después de una noche de sueño que después del mismo período de vigilia durante el día.

El altruismo. Algunos actos de aparente altruismo suelen ser con frecuencia tan sólo reciprocidad: si tú me rascas la espalda, yo rascaré la tuya. Todo esto tiene sentido en el plano evolutivo, dado que invertir tiempo y energía ayudando a alguien sin ninguna reciprocidad nos pone en clara desventaja en el plano de la supervivencia.

El único problema es que en los últimos años se han acumulado pruebas de que las personas a veces actúan por genuino altruismo. En situaciones de juego experimental, muchas personas aceptan compartir dinero con un desconocido a pesar de que no serán retribuidas de ninguna manera.

Según Robert Trivers, de la Universidad Rutgers, Estados Unidos, el altruismo puro es un error. Argumenta que la selección natural favoreció a los humanos que eran altruistas porque en los grupos pequeños y estrechamente unidos en los que vivían nuestros antecesores, los altruistas podían esperar reciprocidad. Sin embargo, en nuestro mundo globalizado, donde muchas veces interactuamos con personas que no conocemos y que tal vez nunca volvamos a ver, nuestras tendencias altruistas no tienen sentido, porque difícilmente serán correspondidas por un gesto de reciprocidad.

El arte. Explicar el peculiar impulso humano de crear obras de arte en términos de supervivencia evolutiva es un verdadero desafío. Darwin sugirió que el arte se origina en la selección sexual, y Geofrey Miller, de la Universidad de Nuevo México en Albuquerque, Estados Unidos, ha acordado con esa idea. Cree que el arte es como la cola del pavo real? un costoso despliegue de privilegio evolutivo.

Los estudios de Miller revelan que tanto la inteligencia general como el rasgo de personalidad de permanecer abierto a nuevas experiencias son correlativos con la creatividad artística. También descubrió que cuando las mujeres se encuentran en el período mensual de mayor fertilidad, prefieren a los hombres creativos antes que a los hombres ricos.

"Podría haberse originado para cumplir con alguna otra función -agrega Miller-, y más tarde adquirió la función sexual."

Los psicólogos evolutivos creen que el impulso de expresar nuestras experiencias estéticas podría haber aparecido para inducirnos a aprender cosas sobre diferentes aspectos del mundo? aquellos para los que nuestro cerebro no estaba congénitamente equipado para aprehender.

En una vena similar, Brian Boyd, de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, cree que el arte es una forma de juego intelectual que nos permite explorar nuevos horizontes en un entorno seguro.

La superstición. A Barak Obama le gusta jugar al básquet en la mañana de un día de elecciones. Tiger Woods usa siempre una remera roja si compite en un día sábado. Casi todos tenemos nuestras propias supersticiones, aun cuando sabemos racionalmente que no pueden funcionar. Sin embargo, la superstición no es algo completamente descabellado.

Nuestros cerebros están diseñados para detectar la estructura y el orden en nuestro entorno, dice Bruce Hood, de la Universidad de Bristol, Inglaterra. También somos deterministas causales: suponemos que los acontecimientos son resultados de acontecimientos anteriores. Esta combinación de captar pautas y de inferir causas nos deja expuestos a las creencias supersticiosas.

"Pero existen muy buenas razones que justifican que hayamos desarrollado esa capacidad", agrega Hoods. Identificar y responder a algunas inciertas relaciones de causa y efecto puede ser una habilidad crucial para la supervivencia. Nuestros ancestros no habrían durado mucho si hubieran supuesto que una ondulación de la maleza era provocada por el viento, cuando existía siquiera una pequeña posibilidad de que se tratara de un león.

Y vale cometer errores y actuar en falso para esclarecer estas relaciones. Kevin Foster, de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, empleó modelos matemáticos para demostrar que siempre que el costo de una superstición es menor que el costo de pasar por alto una verdadera asociación de vida o muerte, la evolución favorecerá la existencia de las creencias supersticiosas.

Besarse. En el sentido amoroso, el beso en la boca- es una costumbre que no se practica en todas las culturas, por lo que el impulso a besarse no puede estar en nuestros genes. Una idea afirma que nuestra primera experiencia de confort, seguridad y amor procede de las sensaciones de la boca asociadas con la lactancia.

Otra idea es que el beso tiene sus orígenes en la búsqueda de alimento. Como nuestros antepasados se sentían atraídos en primer lugar por los frutos maduros, rojos, se apropiaron de esa atracción adjudicándosela a los objetivos sexuales, desarrollando una pronunciada coloración roja en los genitales y los labios. "En vez de reinventar la rueda, se usa el mismo patrón para otra clase de atracción", dice V. S. Ramachandran, de la Universidad de California en San Diego

En lo referido a la fisiología del beso nos encontramos en un terreno un poco más firme. Nuestros labios se cuentan entre las partes más sensibles del cuerpo, por estar repletos de neuronas sensoriales vinculadas con los centros de placer del cerebro. Se ha demostrado que besar reduce los niveles de una de las hormonas del estrés, el cortisol, y aumenta los niveles de la oxitocina, una hormona relacionada con los impulsos afectivos y sexuales.

Escarbarse la nariz. En 2001, Chittaranjan Andrade, del Instituto Nacional de Salud Mental y Neurociencia de Bangalore, India, ganó un premio Ig Nobel por su investigación sobre el hábito de escarbarse la nariz. La investigación reveló que casi todos los 200 adolescentes estudiados afirmaron que tenían ese hábito, que practicaban con una frecuencia promedio de cuatro veces por día. Sin embargo, sólo nueve estudiantes (el 4,5%) admitieron que se comían sus detritos nasales.

"El moco nasal no posee ningún contenido nutritivo de importancia", dice Andrade. Más aún, no encontró en esos nueve estudiantes ningún rasgo que los diferenciara del resto, y nadie les preguntó por qué lo hacían. Es posible que la ingesta de los detritos nasales contribuya a la producción de alguna respuesta inmunitaria? después de todo, los investigadores que estudian la hipótesis de la higiene han recopilado una enorme cantidad de pruebas que indican que la falta de exposición a los agentes infecciosos puede aumentar la susceptibilidad a las enfermedades alérgicas.

Fuentes:

La Nación (I)

La Nación (II)

Mailkenai's Blog
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